- Un eléctrico gasta 1–3 €/100 km en casa y 5–7 € en público; frente a 7–12 € en gasolina, el ahorro en energía llega al 70–80%.
- El mantenimiento anual medio es de 368 € en VE vs 513 € en combustión: menos piezas y revisiones más baratas, con frenos hasta un 74% más económicos.
- Los neumáticos pueden costar más (+37% a +61% según comparación) y el seguro suele ser un 13% superior, aunque hay ventajas fiscales y acceso a ZBE.
- Baterías con 8–15 años de vida y garantías habituales de 8 años/160.000 km; buenas prácticas (20–80%, menos carga rápida) alargan su salud.

La movilidad eléctrica genera dudas lógicas y, entre todas, la gran pregunta es si su uso sale más barato o más caro que un coche de gasolina. En este artículo desgranamos, con datos contrastados, cuánto cuesta mantener un coche eléctrico, en qué partidas se ahorra de verdad y dónde pueden aparecer costes menos evidentes.
Más allá del discurso verde, hay números contundentes: el gasto anual de postventa (mantenimiento + reparaciones) en un vehículo 100% eléctrico ronda los 368 € frente a los 513 € de media en combustión, lo que supone alrededor de un 28% menos. Aun así, hay matices importantes como neumáticos, seguros o mano de obra que conviene conocer para no llevarse sorpresas.
Coste por kilómetro: electricidad vs gasolina
En el día a día, la diferencia más clara está en la energía. Cargar en casa con una tarifa adecuada sitúa el coste entre 1 y 3 € por cada 100 km. En puntos públicos, sobre todo en carga rápida, esa cifra sube y puede situarse en el entorno de 5-7 €/100 km, pero normalmente sigue siendo competitivo frente a repostar gasolina.
Si miramos al otro lado, un turismo de gasolina medio que consuma unos 6 l/100 km, con precios habituales en surtidor, se mueve entre 7 y 12 € cada 100 km (en escenarios realistas ronda los 10 €/100 km). Aquí aparece el primer gran diferencial: el eléctrico suele ahorrar en «combustible» entre un 70% y un 80% en conducción cotidiana.
Cuando se analiza a gran escala (por ejemplo, 3 años y 90.000 km), los estudios de referencia señalan que el coste por kilómetro de un eléctrico es un 42% menor frente a gasolina, además de un 27% menos que un diésel y cerca de un 33% respecto a un híbrido. En trazo grueso, recorrer 15.000 km al año puede suponer más de 1.000 € de diferencia solo en energía.
Es cierto que la electricidad no siempre cuesta lo mismo y que conviene optimizar la tarifa contratada, pero incluso así el equilibrio sigue decantándose a favor del VE. La recarga nocturna en casa y la planificación de los trayectos para minimizar el uso de carga rápida son las claves del ahorro sostenido.

Mantenimiento y reparaciones: menos piezas, menos visitas al taller
La gran baza técnica está en la simplicidad mecánica: un eléctrico no lleva embrague, bujías, inyectores, correas de distribución ni escape. Ese «vacío» de componentes se traduce en menos operaciones programadas y en menos averías. De hecho, la factura anual media en taller es de 368 € en eléctricos frente a 513 € en combustión, con un ahorro del 29% respecto a gasolina, del 21% frente a diésel y del 25% comparado con híbridos.
Si desgranamos partidas, la diferencia se dispara en el mantenimiento programado (revisiones): el VE puede llegar a ser un 68% más barato que un gasolina y alrededor de un 66% frente a diésel e híbridos. En frenos, por la regeneración, el ajuste es todavía mayor: hasta un 74% menos que en gasolina y un 71% respecto a diésel. El reverso de la moneda aparece en los neumáticos, que tienden a encarecerse por peso y par instantáneo: +37% frente a gasolina, +42% frente a híbridos y +61% frente a diésel.
Hay, además, una lista de elementos que directamente desaparecen en un eléctrico y cuyo precio potencial de reparación suma más de 20.000 € en un coche de combustión. Entre otros: alternador, motor de arranque, bujías, inyectores, bomba de inyección, bomba de vacío, turbo, culata, filtros de aceite y aire del motor, cárter, cigüeñal, volante motor, colector de admisión, árboles de levas, bomba y depósito de combustible, catalizador y silencioso principal. Todo eso, sencillamente, no existe en un VE.
En cuanto a las revisiones, los intervalos habituales en eléctricos se mueven cada dos años o entre 25.000-30.000 km, con chequeos intermedios en algunos casos. Las operaciones típicas incluyen: inspección del sistema de frenos y del regenerativo, verificación del sistema de alta tensión y conexiones, actualización de software y BMS, revisión de estanqueidad, diagnóstico electrónico, estado de neumáticos y suspensión, filtro de habitáculo y climatización.
Ojo a los matices por marca: hay fabricantes que mantienen precios ajustados y otros que elevan la mano de obra o incorporan operaciones específicas (por ejemplo, cambio de aceite en algunos motores eléctricos concretos). En España se ven diferencias notables en coste/hora: desde unos 40 € en servicios oficiales generalistas hasta 80-90 € en redes prémium. No es raro que ciertas revisiones ronden los 250-400 € dependiendo del taller y del tiempo invertido.
También se reduce de forma sensible el coste medio de reparación mecánica: 368 € en eléctricos frente a 513 € en combustión (28% menos de media). El denominado índice de reparabilidad se acerca entre ambos mundos (en torno al 64,7% en VE y 67,7% en combustión), con una brecha que se ha ido cerrando en los últimos años. Incluso el tipo de siniestro es similar, con ligera mayor incidencia de daños frontales y traseros en eléctricos, pero con diferencias mínimas.

Frenos, neumáticos y consumibles: qué se cambia y cuándo
Los frenos son los grandes beneficiados por la regeneración: el motor eléctrico ayuda a retener y recarga un poco la batería al frenar. Eso alarga la vida de pastillas y discos y reduce las sustituciones. Con todo, el líquido de frenos conviene cambiarlo cada tres años para mantener sus propiedades. Este simple gesto previene problemas en conducción exigente o con climas extremos.
Neumáticos: aquí toca ser sinceros. El par instantáneo y el peso añadido de las baterías elevan el desgaste en algunos modelos. Muchos fabricantes montan compuestos y carcasas específicos, con resistencia a la rodadura optimizada para el VE. Aun así, en uso real es habitual revisar o sustituir cada 30.000 km o dos años, según estilo de conducción y tipo de vía. Es una partida que puede salir algo más cara que en un coche de combustión equivalente.
Respecto a los líquidos, un eléctrico no necesita aceite de motor ni filtros asociados, pero sí cuenta con refrigeración del sistema de tracción y de la batería (en muchos casos por líquido). Suele revisarse cada 2-4 años y renovarse alrededor de cada 4-6, conforme a las pautas del fabricante. También hay que vigilar el refrigerante del climatizador, así como el líquido lavaparabrisas y su bomba.
Otros mantenimientos habituales que no conviene pasar por alto: el filtro del habitáculo (aprox. cada 30.000 km o dos años, antes si se circula en ambientes polvorientos), el sistema de iluminación (los LED duran mucho pero conviene revisar conexiones), alineación y holguras de dirección/suspensión y el estado de los amortiguadores (en torno a 120.000 km u 8 años, en función del uso). La batería auxiliar de 12 V sigue existiendo y suele cambiarse cada seis años o unos 90.000 km.
Otro punto clave es la transmisión: la mayoría de eléctricos prescinden de caja de cambios multirrelación. El par llega casi instantáneo y se gestiona con una desmultiplicación fija, lo que elimina mantenimientos asociados a embragues o complejas cajas automáticas. Menos piezas, menos desgaste, menos costes recurrentes.
Seguros, impuestos, batería y valor de reventa
En el seguro, la tendencia media coloca a los eléctricos algo por encima: de partida, alrededor de un 13% más caros que sus equivalentes de gasolina si equiparamos coberturas. Influyen el precio de algunos componentes y el manejo de la alta tensión en reparaciones. Aun así, muchas aseguradoras están lanzando pólizas específicas y descuentos por eficiencia.
En impuestos y circulación, los VE suelen estar exentos de matriculación (según emisiones y comunidad) y disfrutan de bonificaciones en el IVTM que pueden llegar al 75% en algunos municipios. Además, acceden a Zonas de Bajas Emisiones sin restricciones, algo que no solo aporta comodidad, también protege su valor futuro frente a restricciones crecientes a los térmicos.
La batería de tracción es el componente estrella. Las tecnologías actuales están diseñadas para aguantar entre 8 y 15 años y los fabricantes ofrecen garantías típicas de 8 años o 160.000 km, habitualmente asegurando un mínimo del 70-80% de capacidad. En caso de sustitución fuera de garantía, el coste varía mucho por modelo, pero hoy suele moverse entre unos 4.000 y 7.000 € en segmentos generalistas.
Buenas prácticas para alargar su vida útil: evitar cargas y descargas al 0-100% de forma continuada (lo ideal es moverse entre 20% y 80% en el uso diario), no abusar de la carga rápida salvo necesidad y, si el coche va a estar parado tiempo, dejarlo alrededor del 60% de carga. Más allá de eso, el usuario no tiene que «mantener» físicamente la batería: el BMS y el software ya trabajan para cuidarla.
Una pincelada de mercado ayuda a contextualizar: hoy el parque español aún tiene poca cuota eléctrica (en torno al 0,6% del total), y solo cerca del 1,2% de los turismos circula con etiqueta Cero. Aun así, la demanda de usados eléctricos crece y su valor residual mejora conforme aumentan la infraestructura y el conocimiento del producto, mientras que las restricciones urbanas previsiblemente presionarán a la baja el valor de los térmicos en ciudades.
Hay un matiz relevante por posicionamiento: en el universo prémium, el mantenimiento y la reparación de eléctricos puede dispararse frente a marcas generalistas, con diferencias medias del 85% en coste de taller. Por tanto, el ahorro porcentual del VE existe, pero se percibe más claro en segmentos no prémium.
Respecto al precio de compra, hoy muchos eléctricos siguen siendo más caros de salida, pero las ayudas públicas, como las del Plan MOVES, y el ahorro operativo en energía, revisiones e impuestos tienden a equilibrar la balanza en pocos años. De hecho, cuando se calcula el coste total de propiedad, el eléctrico termina siendo competitivo e incluso más barato en escenarios de uso medio-alto.
La foto completa combina varios vectores: claro ahorro en «combustible», mantenimiento mecánico reducido, frenos que duran más, neumáticos con posible sobrecoste, seguros algo más altos y ventajas fiscales relevantes. Con un uso tipo (15.000 km/año) es habitual ver un ahorro anual conjunto que puede situarse fácilmente entre 1.500 y 2.000 € frente a un gasolina, sumando energía, taller e impuestos locales favorables.
Todo ello no significa que no existan sorpresas en forma de gastos imprevistos en vehículos eléctricos: la mano de obra es clave (no cuesta lo mismo un servicio oficial u otro), algunas marcas pautan operaciones adicionales y los precios de electricidad y neumáticos varían. Planificar recargas, comparar talleres y seguir el plan de mantenimiento del fabricante son las mejores herramientas para asegurar que el VE cumpla lo prometido en tu caso concreto.

